La interioridad de una persona se opone al exterior, y lo hace porque depende de la propia consciencia o la consciencia misma. Ese mundo interior no es un refugio, sino una soledad poblada de sombras que constituyen la vida en si. Esa interioridad, que es nuestra y que nos hace participar del ser absoluto, no se presenta en principio sino como una libertad, es decir, precisamente como un poder total de auto determinación y creador de si mismo, de darse a si misma el ser, que de otro modo no podría ser el suyo.
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El Zen enseña a aceptar lo irracional, lo inconsciente, la humildad, a respetar y respetarse, a no darse importancia y vivir con naturalidad, y a moverse con firmeza y sin dudas ni miedo sobre esa incierta cuerda floja que cuelga sobre un insondable e incierto abismo existencial.
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Seria mucho mejor si en esta explicación del Zen no existiesen palabras o conceptos algunos y, si me dejara guiar por las enseñanzas de los grandes maestros, simplemente dejaría esta pagina en blanco y me marcharía. No obstante pronunciare algunas palabras al respecto pero, advirtiéndoles de antemano que al intententar explicar el Zen, todos ustedes seran sometidos a una farsa muy seria.
“He procurado no reírme de las acciones humanas, no llorar por ellas, no odiarlas, sino comprenderlas.”
“Una mentira no tendría ningún sentido a menos que sintiéramos la verdad como algo peligroso.” Alfred Adler (1870-1937)
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