Entre todos los sentimientos negativos, tal vez la ira, la rabia, el odio, la amargura, y el resentimiento son, con gran diferencia, los más jugosos y divertidos.

Para lamerse una y otra vez de las heridas infligidas, para revivir y relamerse de los agravios del pasado, para disfrutar y celebrar por todo lo alto la perspectiva de duras y amargas confrontaciones aun por vivir, y para saborear hasta el último delicioso bocado tanto el dolor recibido como el dolor infligido … hay que tener muchas y muy fuertes emociones negativas guardadas que permanecen sin expresión. 

Metafóricamente hablando, y en muchos sentidos, todo este triste y macabro proceso psicológico se asemeja a un jugoso festín gastronómico de proporciones pantagruélicas y, sin duda, digno de un rey.

El principal inconveniente es que lo que obsesivamente se muerde, mastica, y destruye - pieza por pieza – y dentro de los límites de su propia mente, no es otro que uno mismo. De hecho, el esqueleto descarnado y chamuscado del festín, es el de uno mismo.

Debido a esta respuesta emocional primitiva tipo causa y efecto, aquellas lamentables almas que nos odian y envidian jamás pueden ganar ... eso es, hasta que se les devuelve el odio.

En tales casos, si uno es capaz de controlar su reacción impulsiva negativa, también será capaz de controlar la situación. Inténtelo poco a poco y vera que funciona.