“No es aquello que uno sabe o no sabe lo que crea desaciertos y problemas en la vida, sino aquello que nos han hecho creer que es de una manera determinada pero que en realidad es de una manera distinta.”
El principal activo de la mente humana es su deseo de creer. Creer consiste en considerar una cosa como verdadera o segura o pensar que existe, sin tener pruebas de su certeza o un conocimiento directo de la misma. En términos generales, la mente humana sólo puede funcionar reuniendo lo que observa como un patrón repetible y predecible.
Este patrón, independientemente de todo lo erróneo que pueda resultar después, será utilizado como base para cualquier acción que tenga que ver con el presente y el futuro. Francamente hablando, no tenemos más remedio que creer en los patrones que nuestros sentidos elaboran para nosotros.
Un patrón puede definirse como la forma repetida o regular en que ocurre o se realiza algo. Se refiere a una forma o diseño repetido que se utiliza para decorar algo, o a la manera regular y repetida en que sucede o se hace algo, o bien a una muestra fiable de rasgos y tendencias u otras características observables. En esencia, un patrón significa que ciertas cosas van o encajan juntas, están vinculadas de una manera determinada, y que tienden a ocurrir juntas en una secuencia reconocible y predecible.
De hecho, la definición más concisa de las matemáticas es la que se refiere al estudio de los patrones, entendiendo por patrón una serie o secuencia que se repite. Los patrones matemáticos son secuencias que se repiten basándose en una regla, y una regla es una forma establecida de calcular o resolver un problema.
Un patrón tiene algo en común con los pensamientos, los sentimientos, los comportamientos, los grupos, las agrupaciones, las constelaciones, los síndromes, las organizaciones, las estructuras, los sistemas, y los meta sistemas, en el sentido de que en todos ellos hay un acercamiento o permanencia de una serie de elementos. Por ejemplo, en psicología, si se conoce el patrón de comportamiento es posible predecir lo que probablemente hará una determinada persona a continuación.
Por lo tanto, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que un patrón es una regularidad en el mundo, en los diseños realizados por el hombre, o en las ideas abstractas. Como tal, los elementos de un patrón determinado se repiten de forma predecible. En algunos casos el patrón es abierto y obvio, mientras que en otros está oculto y debe inferirse de su contexto mediante lo que se conoce como inteligencia contextual.
Una creencia es una aceptación de que algo existe o es cierto, especialmente sin pruebas objetivas que lo avalen. Una creencia representa mucho más una emoción que una reacción racional a las pruebas. Posiblemente, una creencia posee un carácter tan esencial e innato como lo son el el propio instinto o la intuición.
Hay tres tipos básicos de creencias 1.- creencias sobre nosotros mismos; 2.- creencias sobre los demás; y 3.- creencias sobre el mundo que nos rodea. Nuestras creencias en cada una de estas áreas sirven para conformar nuestras percepciones y perspectivas que, en última instancia, dan forma a nuestra realidad.
El saber o el conocimiento, por su parte, es una familiaridad o conciencia de alguien o algo, como hechos, habilidades, u objetos que contribuyen a nuestra comprensión en un área determinada de la vida o el mundo. En la mayoría de los casos, el conocimiento puede adquirirse de muchas maneras diferentes y a partir de muchas fuentes distintas. Entre ellas se incluyen la percepción, la razón, la memoria, el testimonio, la investigación científica, la educación, y la práctica rutinaria. El estudio filosófico del conocimiento se conoce como epistemología.
Además, el conocimiento puede referirse a la comprensión teórica o práctica de un determinado tema. Puede ser implícito (como la destreza o la experiencia práctica) o explícito (como la comprensión teórica de un tema). También puede ser formal o informal, y sistemático o particular.
Dicho esto, decir que uno cree algo no es lo mismo que decir que uno lo sabe con certeza. La creencia es algo que uno cree o asume que es cierto, pero que está más allá de nuestra capacidad para demostrarlo. Puede basarse en la fe, en una corazonada, o en la evidencia de una experiencia reciente o quizás remota.
Por ejemplo, puede uno creer que hay un perro en el patio trasero, aunque no lo haya visto por ninguna parte. Puede que recuerde, por ejemplo, que el perro se encuentra a menudo en su patio trasero. Puede ser que sea precisamente a la hora de comer del perro. De hecho, podemos albergar un gran numero de razones para creer que el perro está en el patio trasero, pero no podemos decir que lo sepamos con total certeza en ese mismo momento. El saber exige algo mas.
Por eso, la creencia es muy diferente del verdadero saber o conocimiento. Pero, y por mas paradójico que resulte, el saber necesita de la creencia para lograr su plena completud. Digo esto porque para saber algo también hay lo tenemos que creer. Por ejemplo, uno puede haber aprendido en clase que un ser humano adulto este compuesto por 600 músculos, pero si no es capaz de creerlo, jamás podrá afirmar que lo sabe de verdad.
Sin duda alguna, la verdad siempre es importante. De hecho, deberíamos permitir que la verdad nos sirva de guía en nuestras vidas. La verdad es la propiedad de estar de acuerdo con los hechos o la realidad. La verdad es el objetivo fundamental de toda creencia; la falsedad, por otro lado, representa una falta a la verdad. La gente necesita saber la verdad sobre el mundo en que vive y convive para lograr sobrevivir y prosperar.
Creer lo que no es cierto puede arruinar nuestros planes, arruinar nuestra salud, e incluso costarnos la vida. Tergiversar y decir lo que no es cierto puede incluso acarrear sanciones legales y sociales. Por el contrario, la búsqueda dedicada de la verdad caracteriza al buen ser humano que basa su existencia en la sinceridad, el honor, y la integridad.
La importancia de la verdad radica en que, además de nuestra creencia, aquello que sabemos también tiene que ser cierto. Supongamos que miramos nuestro reloj y vemos que son las 12:00. del mediodía. Luego lo comprobamos con un amigo para asegurarnos de que estamos en lo cierto y ambos relojes están perfectamente sincronizados. Ambos creemos plenamente y estamos totalmente convencidos de en este momento son las 12:00 del mediodía. Pero lo que ninguno de los dos sabemos es que todos los relojes se retrasaron una hora esta noche, y que en realidad son las 11:00 de la mañana.
Todo lo que estamos tratando coincide perfectamente con lo que en su momento dijo el gran escritor, orador, y humorista estadounidense Mark Twain (Samuel Longhorn Clemens 1835-1910): “No es lo que sabes o no sabes lo que te crea desaciertos y problemas en la vida, sino aquello que te han hecho creer que es de una manera determinada pero que en realidad es de una manera totalmente distinta.” Esa es, precisamente, el “modus vivendi” y también la táctica preferida utilizada por los tramposos y mentirosos que irrumpen en nuestras vidas.
Pues bien, ambos podemos estar totalmente convencidos y creer que son las 12:00, pero ninguno de los dos puede afirmar que lo sabe con certeza, simplemente porque no es la verdadera hora. Por lo tanto, para que algo sea verdaderamente conocido, debe ser a la vez creído y verdadero. En otras palabras, la creencia y la verdad pueden existir de forma independiente, pero el verdadero conocimiento necesita la coexistencia simultánea de ambos componentes: 1.- que sea verdad; y 2.- que sea creíble.
Bien, ¿hasta aquí llega este enigma intelectual? Pero aun nos falta algo muy importante para que el proceso sea completo: necesitamos una justificación. En otras palabras, necesitamos una buena razón para mantener la creencia que hemos establecido. El término justificación corresponde a la acción de demostrar o tener pruebas de que algo es correcto o razonable, y se refiere a las razones por las que alguien mantiene una creencia en base a pruebas actuales y firmemente ancladas en los confines de la realidad.
Por supuesto, existe la posibilidad de que continuemos estando equivocados. Quizás estemos viendo una cosa y percibiendo otra. En este último caso hablamos de una ilusión. Una ilusión consiste en una representación errónea de un estímulo sensorial real. Es decir, una interpretación que contradice la realidad objetiva definida por el consenso general.
Una ilusión se distingue de una alucinación por el hecho de que una alucinación representa una experiencia que parece originarse sin una fuente de estimulación externa. Tanto las ilusiones como las alucinaciones son componentes centrales en los trastornos psicóticos en los cuales el individuo pierde contacto con la realidad.
Por otro lado, tal vez simplemente estemos asumiendo que eso es lo que nos parece. Cuando asumimos algo, en realidad estamos efectuando una suposición. Una suposición es algo que se acepta como verdadero o como algo seguro, en ausencia de pruebas objetivas suficientes. Dado que las suposiciones tienen la misma probabilidad de ser erróneas que correctas, recomendamos confiar en ellas. Cuando uno hace una suposición, está haciendo una presuposición, una hipótesis, una conjetura, o una suposición. En todos los casos, no existe ninguna certeza real que justifique nuestra asumida suposición.
Lo importante es recordar que nuestras suposiciones son sólo eso … suposiciones en el aire. En el mejor de los casos, no son más que conjeturas mal formadas e informadas. Como dijo Mark Twain, no debemos apostarlo todo a nuestras suposiciones ya que nos pueden llevar a mal puerto. Las suposiciones deben ser comprobadas muy bien y mas allá de toda duda ya que no son ni correctas ni incorrectas hasta que se demuestre que, en efecto, lo son.
Así pues, y en apretada síntesis, podemos resumir los tres elementos básicos necesarios para establecer un saber objetivo y verdadero: 1.- una creencia; 2.- una verdad; y 3.- una justificación. De hecho, podemos escribir este sencillo, pero profundo concepto de la siguiente forma algebraica: S = C + V + J … donde S (saber) = C (creencia) + V (verdad) + J (justificación).
En resumidas cuentas, esta suele ser la base estructural sobre la cual descansa la mayor parte de nuestro saber actual.