Quizás la memoria de nuestros tiempos pasados sean un paraíso del cual nada ni nadie nos pueda expeler.
El pasado siempre esta con nosotros. Podemos intentar escaparnos de el, pero siempre permanece ahi.
Fue un autentico placer vivir en los EE.UU. durante los años 50 y 60. La forma de vida se podría definir como: “una vida de verdad.” Digo esto porque era una vida sin apuros, nos sobraba el tiempo, y podiamos tratar con todo y todos de una forma pausada y correcta. Había series televisivas de un nivel creativo extraordinario y, a todos los niveles imaginables, la educación y la vida familiar fluían a una velocidad determinada por la vida misma permitía ... lentamente, agradable, y bien.
Recuerdo el “Show de Steve Allen” (The Steve Allen Show) así como la serie “El Santo” (The Saint) – esta ultima se emitía los sábados por la noche y la esperaba con ansias. Era una fantástica y memorable serie de televisión que veíamos en blanco y negro, a igual que muchos otros programas. También recuerdo que el actor británico Roger Moore era no solo el protagonista sino también un excelente actor en el papel de Simon Templar.
La serie trataba de las aventuras de un tal Simon Templar (El Santo), personaje listo y adinerado creado por el autor inglés Leslie Charteris, y encarnado por el actor Roger Moore. Simon era una especie de jet-setter y aventurero sofisticado, una versión moderna de Robin Hood. Siempre estaba dispuesto a realizar una buena obra y tenia la ventaja de poseer una agudisima percepción equivalente a la de un granuja de nivel internacional. De esa manera siempre se adelantaba a los hechos.
Pero ante todo era un hombre con un fuerte sentido moral - o sea del bien y del mal - que hacia lo necesario para que todo siempre salga bien. Moore era tan buen actor cómico como actor dramático, un talento bidimensional que requiere un altísimo nivel de sensibilidad interpretativa.
Precisamente ahí fue cuando comprendí que un buen actor cómico primero debe ser un buen actor dramático y viceversa. También comprendí que quien no entiende lo muy cómico tampoco entiende lo muy serio y nuevamente viceversa, ya que la sensibilidad corre simultaneamente y con la misma intensidad en ambas direcciones.
El contenido creativo de los guiones y el nivel artístico de los programas y las series de ciencia ficción eran de tan alta calidad que no dábamos importancia si se emitían en blanco y negro o en color. Francamente nos daba igual. Lo importante eran la creatividad y el mensaje implícito que transmitían. En esos tiempos los guionistas tenian tiempo para pensar en guiones francamente interesantes que transmitian "algo de valor" al telespectador.
Digo todo esto porque era una época maravillosa que consistia en vivir y dejar vivir. Una época que fue y paso, y que jamás – ni por asomo - se volvió a reproducir. Una época en la cual la vida se vivía de una manera más sencilla y tranquila. Pensándolo bien, era mucho mas tranquila, fluida, y amable en comparación con la acelerada, atascada, y agresiva vida actual. Pero la clave era la lentitud, la vida era mucho lenta, y había tiempo para todo y todos.
Definitivamente eran otros tiempos. Tiempos muy difíciles de imaginar para quien no ha tenido el gusto de vivirlos personalmente. No obstante, si les puedo decir que en esos años los hombres eran hombres y las mujeres eran mujeres. Existía la caballerosidad masculina y la delicadeza femenina. También existían la cortesía, la gracia, y los modales. Todo eso, muy lamentablemente, parece haber ido desapareciendo con el paso de los años. Lamentablemente el paso del tiempo no ha logrado crear algo mejor relativo al uso del tiempo, sino algo sustancialmente peor.
Hoy en día los hombres son cada ves mas afeminados y se parecen cada ves mas a las mujeres y, reciprovcamente, muchas mujeres se masculinizan cada ves mas y se parecen cada ves mas a los hombres. Todo esto ha llegado a tal punto que, en ciertas ocasiones, resulta francamente difícil diferenciar con certeza quien representa que papel y quien esta de que lado de la balanza de los dos generos. Los limites y las limitaciones entre ambas vertientes parecen haberse desdibujado progresivamente y eventualmente difuminado. Hasta el momento actual, nada indica exista una marcha atras en este proceso.
Si, definitivamente hecho de menos esos inolvidables tiempos pasados y, si bien hoy en dia todo parece dar giros rápidamente a mi alrededor, como si de una multitud de vórtices girando rapiodamente sin direccion ni sentido se tratase, he intentado conservar intactos tanto sus ritmos como sus valores en mi interior. Quizás tales memorias constituyan un paraíso del cual nada ni nadie me pueda expeler.