La persona terca o testaruda ama profundamente su estado de total e ilimitada libertad y odia con alma y vida sentirse controlada y/o coaccionada ... de ahi su comportamiento.
La mayoría de los comportamientos humanos buscan sentirse bien, recibir recompensas, o evitar el malestar y el dolor. La terquedad no es ninguna excepción. De hecho, los niños mimados suelen comportarse de esta manera ya que la terquedad es una buena herramienta para lograr que sus padres sean dóciles y controlables. En tal caso, el niño utiliza la terquedad como herramienta para hacer y conseguir lo que quiere.
Por otro lado, si los padres son rígidos, controladores, posesivos – a modo de “padres helicóptero” – serán los padres quien asuman todas las decisiones sobre su hijo y el niño pensara que su libertad está seriamente amenazada. Nuevamente el resultado será la terquedad. En tal caso, la terquedad es utilizada a modo de un mecanismo de defensa para evitar el dolor y la perdida de autoestima al ser controlado por otros.
Una persona terca mantiene con empeño y decididamente una opinión, creencia, actitud, o decisión, a pesar de los obstáculos o argumentos racionales que se presenten en su contra. Una persona terca o testaruda tiene la actitud de decir: “No, no, y no … y no comparto su opinión y/o no lo haré porque no me da la reverenda gana … y, además, ni tu ni nadie puede obligarme.”
En base a lo anterior, nos referimos a una persona miedosa, insegura, y mentalmente rígida que se resiste a modificar y/o a cambiar su opinión o proceder, pese a claras razones en sentido contrario. Es la típica persona cabezadura o testadura.
El individuo terco es característicamente obstinado y con una voluntad fuerte y lineal, pero sustentada en pensamientos dogmáticos, rígidos y, en muchas ocasiones, francamente irracionales y fuera de la realidad. Tales personas, por su actitud cerrada, altanera, y egocéntrica, tienen dificultad para escuchar y dialogar coherentemente con los demás ya que no admiten ni permiten que nadie cuestione sus criterios, decisiones, y comportamientos.
Ahora bien, ¿por qué tales personas se comportan de esa manera una y otra vez? ¿Cuál podría ser la razón o explicación psicológica que yace detrás de su inflexible terquedad? Antes de responder a estas preguntas, debemos definir la terquedad con mayor precisión.
La terquedad se define como el rasgo de personalidad en el que una persona se niega a cambiar de opinión y de decisiones, sin importarle el punto de vista de la otra persona y cuál sea la situación y/o el contexto. Son personas que se encuentra fuertemente atrapadas en el interior de patrones cognitivos mentales extremadamente rígidos, frágiles y repetitivos que se resisten a todo tipo de modificación o cambio.
Siempre que otra persona o personas intentan cuestionar, desafiar, y/o cambiar sus creencias y/o actitudes, este rechaza todas y cada una de las propuestas que recibe. Detrás de la máscara de la terquedad se puede ver claramente que tal persona padece mucho miedo, inseguridad, fragilidad, ira, agresividad, ansiedad, obsesión, compulsión, y muy baja autoestima. De ahí que utilice la terquedad a modo de un poderoso y primitivo mecanismo de defensa.
Las personas testarudas o tercas, muchas veces piensan y sienten que necesitan estar al mando o a cargo de todo en todo momento. Quieren tener el control absoluto y de ahí que se resistan a cualquier tipo de cambio. Todos estos comportamientos infantiles e inmaduros del terco se tornan transparentes y evidentes ni bien uno comienza a tratar con él.
En esencia, la persona terca habla y se comporta mediante la emisión de códigos psicológicos que hay que saber descifrar. Por lo tanto, para poner en evidencia el código psicológico que yace detrás de la máscara de la terquedad, es importante comprender sus raíces más profundas y primitivas en relación a las experiencias personales vividas.
También es importante saber qué tipo de personalidad posee tal persona. Hay muchas razones psicológicas y no psicológicas por las cuales un niño o bien un adulto se vuelve testarudo, pero tres de las más importantes – y con gran diferencia – son el miedo, la inseguridad, y la fragilidad e inestabilidad emocional.
El individuo terco teme perder el control sobre algo, alguien, o si mismo, cosa que interpretara como una vergonzosa debilidad en el seno de su personalidad. En consecuencia, el terco compensará tales sentimientos mediante constantes esfuerzos y sobreesfuerzos para demostrar la falsa solidez y fuerza de su carácter.
Todo esto lo implementara mediante emperrados intentos de dominio de carácter ultra rígidos, así como con negativas absolutas a aceptar las modificaciones, puntos de vista, o cambios que le proponen. Las personas tercas, además, tienen problemas de identidad y no saben bien quienes son de verdad. Por lo tanto, buscan sentido, significado, y validaciones constantes en sus vidas. También suelen estar obsesionados con demostrar y promover una falsa imagen de fuerte carácter y valentía frente a sí mismos y los demás.
La terquedad, como dijimos anteriormente, constituye un formidable mecanismo de defensa ante los demás y la vida en si. De hecho, la terquedad suele llevar a las personas a ponerse a la defensiva en cualquier situación y ante la más mínima provocación. Interpretan cualquier situación como una amenaza a su frágil e indefinido sentido de identidad y, por tanto, sienten que deben imponer a los demás una fuerte e inamovible identidad propia.
Todo apunta a que estos lamentables comportamientos podrían ser el resultado de un bajo auto respeto, así como de una baja autoestima, además de la necesidad obsesiva y constante de demostrar su valía para lograr una superficial y fugaz sensación de auto valía.
Ciertas experiencias pasadas en la propia vida desempeñan un papel importante a la hora de volver tercas a ciertas personas. A lo largo de los años de la infancia, un niño o niña que ha tenido que sufrir la rigidez y el desprecio de un padre o una madre de corte prepotente, dogmático, o controlador instintivamente intentara protegerse cada vez mas de semejante maltrato.
En consecuencia, y de esta manera, el joven constantemente traumatizado comienza a protegerse adoptando un comportamiento semejante al de sus progenitores. Todo ello con el único fin de proteger su identidad, independencia, y autoestima.
Este tipo de trauma infantil, la sensación de que los padres son distantes y fríos, la ausencia de cariño y la carencia de sentirse amado, o bien cualquier otra experiencia negativa en esta línea pueden, eventualmente, hacer que una persona se vuelva sumamente obstinada y terca.
Por último, las emociones también desempeñan un papel crucial a la hora de comprender el proceso psicológico de base que siempre yace detrás de la terquedad. Ello incluye emociones como el miedo, la ira, y la ansiedad ya que todas ellas hacen que el individuo perciba que es constantemente amenazado y/o desafiado por los demás. Como consecuencia, la persona comienza a volverse testaruda y a establecer todo tipo de defensas de su propio ego.
El miedo es una de las emociones fundamentales que yacen detrás de la terquedad de una persona. Esto es así porque el terco porque quiere permanecer dentro de los límites delimitadas por su zona de confort.
Tales zonas de confort son arbitrarias y proporcionan a los tercos una falsa sensación de identidad, seguridad, y estabilidad. Si detectan algún peligro, por más pequeño o grande que este sea, pueden verlo como un detonante que les haga experimentar considerables cuantías de miedo, ansiedad, y malestar.
Además, el miedo al fracaso también es capaz de intervenir como causa fundamental de la terquedad. Este miedo puede hacer que las personas tercas eviten correr cualquier riesgo y, como resultado, pierdan muchas de las oportunidades que les ofrece la vida.
Además de lo anterior, muchas personas utilizan la terquedad como un auténtico mecanismo de defensa de su propio ego con el fin de evitar cualquier dolor o decepción ante la posibilidad de un fracaso.
La terquedad y el perfeccionismo comparten una estrecha relación entre uno y el otro. Este rasgo de personalidad hace que las personas establezcan metas y estándares poco realistas capaces de crear fuertes sentimientos de frustración, decepción e ira. Por definición, las personas con mentalidad perfeccionista rechazan todo aquello que no resulte perfecto para ellos. Es más, si sus elevadas e irreales expectativas no se cumplen tal cual ellos desean, se producirá un profundo sentimiento de inseguridad e insuficiencia con pérdida de autoestima.
La terquedad también puede ser el resultado del deseo de autonomía e independencia de un determinado individuo. Tal independencia es importante para el terco y, cuando otras personas la invaden o imponen su voluntad, se sienten seriamente invadidos y amenazados. Las múltiples experiencias vividas en la primera infancia también desempeñan un papel crucial en el delicado proceso de desarrollo.
Como un niño es un adulto incompleto, y si siempre se ignoran sus necesidades y deseos más fundamentales, todo apunta a que el resultado será la terquedad como forma de afirmar su independencia y competencia ante si mismo y los demás.
Es obvio que estos individuos tienen una aversión natural al fracaso y/o la pérdida. Renunciar a una determinada decisión inicial después de darse cuenta de que estaba mal puede verse como una debilidad y una pérdida y, por lo tanto, surgirán sentimientos de decepción y arrepentimiento. Para evitar tales sentimientos, la persona obstinada se apega fuertemente a su decisión original sin importarle cuáles puedan ser las consecuencias a corto, mediano, o largo plazo.
Las presiones del medio social son muy fuertes y, metafóricamente hablando, muy pocos son capaces de permanecer siendo un pepinillo dulce en un barril lleno de pepinillos amargos. Técnicamente hablando, el ácido acético del vinagre o el ácido láctico producido por la salmuera dan al pepinillo su sabor agrio.
Por lo tanto, el contexto humano y el entorno social tienen un enorme impacto sobre la personalidad y el comportamiento de la persona terca. Por esta misma razón, el rasgo negativo de ser considerada una persona testaruda depende, en gran medida, de la naturaleza del entorno en el cual tal persona compartió su infancia y adolescencia
Una persona testaruda puede resultar difícil de tratar porque tiende a ser de mente cerrada, lineal, e inflexible. Sin embargo, toda ira mucho mejor cuando uno busca la autentica razón detrás de su estado de terquedad. En tal caso, lidiar con una persona terca será mucho más fácil y agradable.
En esencia: la persona terca o testaruda ama profundamente su estado de total e ilimitada libertad y odia con alma y vida sentirse controlada y/o coaccionada. Si le otorgamos lo que ama y eliminamos lo que odia, la persona terca se convertirá en un fiel y honorable aliado. Por lo tanto, siempre se debe evitar que sientan la más mínima perdida de su libertad y también el más mínimo intento de control sobre su persona.
Si el objetivo consiste en ayudarles a adaptarse a su comportamiento terco es preferible mantener un genuino respeto y ser muy comprensivo, y tomar empáticamente en consideración las debilidades y necesidades emocionales más básicas y profundas de la persona … que no ha recibido en su infancia ni recibe como adulto. Todo ello con total ausencia de controles, condiciones, limites, y limitaciones.
La conclusión, vista desde una perspectiva eminentemente psicológica, es que las personas maduras, inteligentes, y emocionalmente bien adaptadas, saben cómo y cuándo comprender, ceder, y dar la razón al otro cuando lo consideran necesario.
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