La nada es un infinito que nos llena y nos envuelve simultaneamente: de ahi venimos y a ella regresamos. La nada es un absurdo y una certeza a la vez, que no se puede concebir por la mente racional, y sin embargo, es.
El concepto de nada, o de la nada, suele ser algo sumamente difícil de abarcar por el pensamiento intelectual y de comprender por la cultura occidental. De hecho, y cuando pensamos que por fin hemos logrado definirla racionalmente, nos surgen dudas sobre nuestras inferencias y conclusiones. Nos podríamos preguntar, para qué sirve y cual es la finalidad de un concepto tan extraño como la nada, o sea la mayor vacuidad imaginable. Por ello en este artículo lo tratamos más como un significado, que como un concepto.
No obstante, si desactivamos nuestra mente racional y activamos nuestra mente intuitiva, y logramos contactar con una pequeña zona de ese inmenso vacío, seremos capaces de reconocer el valor de su presencia cuando se nos presenta. A pesar de constituir un concepto de alta complejidad, algunas culturas orientales han logrado comprender e implementar su significado con mayor sentido y sencillez que otras.
Existen diferencias estructurales y semánticas entre la mentalidad y el lenguaje oriental, como el Japonés; y el lenguaje occidental, como el Español. Aparte de las inherentes diferencias en la estructuración gramatical con el Español, el idioma Japonés contiene un interesante y curioso mecanismo de desarme o bien de seguridad, por así decirlo, que sirve para amortiguar la injuria y proteger contra el insulto. De ahí que el mayor insulto que admite el idioma Japonés consiste en tratar al otro de deshonorable, y de ahí no suele pasar.
En comparación y contraste con el idioma Español, el Japonés da la sensación de ser más vago, impreciso, y carente de precisión y definición. Este engañoso efecto se debe a que los interlocutores Japoneses tienen a su disposición múltiples opciones y alternativas para expresar su mutuo desacuerdo de tal manera que no se produzcan ofensas personales entre ellos. De ahí que el idioma Japonés sea altamente eficaz para conservar el autorrespeto y la autoestima de los interlocutores, incluso cuando las posiciones y/o las opiniones sean diametralmente opuestas.
Donde un Español diría algo directo y preciso como: Vd. es un ignorante y no sabe nada, y además esta totalmente equivocado; un Japonés diría algo indirecto y vago como: ¿quizá, pero esta seguro de que es como Vd. dice? Y nuevamente, de ahí no pasa. En el mundo occidental las opiniones, sean cuales sean, permanecen transparentes y totalmente abiertas para que todos las comprendan. Caiga quien caiga, no existe ninguna inhibición o reparo en hacer saber a los demás cómo uno se siente, y que si a alguien no le gusta lo dicho, ya sabe lo que puede hacer. Así de claros y directos somos los hispanohablantes, pero en nada se asemeja a la manera respetuosa y diplomática en que funciona la considerablemente mas experimentada cultura oriental.
En el mundo oriental las personas otorgan un mayor valor a su estatus individual dentro de la comunidad en la que viven. Esto se pone en evidencia en cada nuevo contacto social, donde de inmediato se suelen intercambiar las respectivas tarjetas profesionales para que en silencio las titulaciones academicas o los cargos corporativos determinen el grado o rango social de cada uno de ellos. A partir de ahí cada uno sabe con exactitud donde ubicarse, en terminos de deferencia, con respecto al otro. Pero de la misma manera en que a los miembros de las culturas orientales les resulta desagradable ser insultados y sufrir una perdida de prestigio ante la colectividad, también se toman el trabajo de no insultar a los demás. De ahí que la cultura oriental se caracterice por la cortesía y el respeto, tanto en los ademanes sociales cómo en el empleo y los modismos del lenguaje.
Una de las características mas sobresalientes de este proceso es que la calidad comunicativa del idioma Japonés depende de que los interlocutores sepan de antemano de que se trata. Este componente vacío, silencioso, e impreciso del idioma Japonés, a diferencia del lleno, vociferante, y preciso idioma Español, cobra enormes proporciones cuando consideramos las distintas formas de pensar de las respectivas culturas. Esa indefinida nada, tan amorfa y sin sentido, existente en el seno del idioma oriental, torna su comprensión muy difícil para la mayoría de las culturas occidentales.
Incluso para un Japonés, una gran proporción de las distintas palabras suenan de una manera similar. Por ejemplo, el sonido de la palabra, Shin podría significar que se estuviese hablando sobre el corazón, la mente, la verdad, o cuan genuino es algo. Pero también se podría estar conversando sobre el centro existencial de algo o alguien, o bien con cuanta entrega y pasión nos aplicamos a una determinada ciencia o arte.
De esta manera el termino Shin se nos presenta como flotando a la deriva en un mar de vacuidad, permitiendo así que su significado concierna muchas cosas distintas a la vez. Ese mismo concepto de vacío o de la nada, es precisamente lo que determina las diferencias fundamentales en las formas de percibir, pensar, y sentir de la cultura oriental con respecto a la cultura occidental. De este componente tan complejo, vacío, vago, y básico, inherente al idioma Japonés, surgen las dificultades occidentales para comprender otro elemento íntimamente relacionado con el concepto de vacuidad.
Tal componente es Mu, y corresponde a la matriz funcional del Zen. Mu no existe cuando se piensa con lógica, sino cuando no se piensa así y se da paso a la intuición. De hecho, la comprensión de su existencia por la mente consciente pensante es imposible de lograr. Esto es debido a que la consciencia de Mu, de manera fría y característica, siempre se posiciona un grado por encima de la mente racional.
Según la psicóloga infantil Frances Wickes (1875-1967), discípula de Carl Jung y autora de los libros: El mundo interno de la niñez (1928); y El mundo interno de la elección (1963), para las personas de mente racional, el proceso mental de lo intuitivo parece funcionar a la imversa. Se llega a las conclusiones antes que a las premisas. Esto se debe a que los pasos que relacionan a los dos se han omitido, porque son pasos que el inconsciente se ocupa de dar.
Dentro de las inherentes limitaciones de nuestros tan extensos y ricos idiomas occidentales, como por ejemplo el Español o el Ingles, Mu, puro, vacío, e independiente, se corresponde con términos como: neutralidad, separación, aislamiento, independencia, desinterés, indiferencia, e imparcialidad. Pero si integramos los términos Mu y Zen, su valor representa el mayor vacío imaginable, la mas interminable infinitud, la mas completa desconexión, y la existencia de un estado mental directo, natural, neutro, y carente de funcionalidad racional simbólica de ningún tipo. Mu, en su vacía desnudez, simplemente es.
Mu no admite ni permite la existencia de aquello que no represente la máxima y más pura expresión de la realidad, y por lo tanto no acepta intermediario simbólico entre la realidad y la experiencia directa. Para el Zen la vida es sencilla y sobria en términos de: cuando hay vida, solo hay vida; cuando hay muerte, solo hay muerte. El Zen busca lo directo, e incluso, por ser un representante mental de una falsa realidad, no admite ni la mas mínima presencia de la imaginación.
El término, Shoshin, traducido al Español significa una mente vacía de pensamientos o mente de principiante. Pero, ¿vacío de qué? – vacío de pensamientos abstractos. Implica la existencia de infinitas e interminables posibilidades ubicadas en la inmensidad de ese punto en el tiempo que solo existe en el aquí y ahora. Mu, vacío, profundo, e infinito, nos habla de una neutralidad real y natural – no imaginada - anclada en la infinitud de la nada. Una neutralidad que permite vivir los eventos de la vida con el mínimo prejuicio y la mayor espontaneidad y naturalidad.
Todos tenemos un reproductor de CD´s para escuchar música en nuestros coches. Pero verán que cada CD posee distintas pistas donde se encuentran grabadas las canciones. A su vez cada pista esta separada de la otra por un espacio silencioso en el cual no hay nada. Pues bien, ese nada, es precisamente el que otorga una distinta identidad a cada una de las piezas. Esos espacios neutros y vacíos representan un elemento tan o mas importante que el contenido musical de las pistas. Esos espacios son fieles representantes del concepto de Mu.
Segun la tradicion, cuando un monje Zen medita en Zazen con su mente en estado de Mu, este es capaz de esculpir el flujo del tiempo. Incluso su propio ser se convierte en un trozo de tiempo sin esculpir. Es por eso que cuando medita, un monje se enfrenta a un espacio de tiempo atemporal esparando ser esculpido. Pues bien, un músico es un artista también especializado en el arte de esculpir el flujo del tiempo, pero de otra manera. Lo esculpe mediante su selección de notas y, muy especialmente, mediante la cantidad y calidad de los espacios silenciosos que intercala entre ellas.
El músico posee la habilidad para controlar y moldear, con exquisita perfección y detalle, la naturaleza de aquellos espacios que están llenos de música, así como aquellos que carecen de contenido musical. En ese delicado vaivén entre lo lleno y lo vacío, o bien entre la ausencia o la presencia de Mu, radica la esencia del arte musical. Todo lo anterior también sucede cuando hablamos e intercalamos espacios vacíos entre nuestras palabras.
Según el concepto de Mu, una taza de café cambia su configuración tridimensional y se transforma en una pequeña masa de cerámica con un diminuto mango en uno de sus lados, pero que en esencia rodea y define una zona carente de masa, o sea llena de Mu o de la nada, y de la cual bebemos nuestro café. Una puerta, por ejemplo, cobra formas y funciones diferentes donde el espacio delimitado por el marco se convierte en un rectángulo de Mu, o de la nada, que nos permite trasladarnos de una habitación a otra. Una ventana se transforma en un rectángulo de Mu por el cual podemos mirar hacia el mundo exterior. Una chimenea se convierte en un túnel vacío, pero lleno de Mu, a través del cual asciende el humo. La nada aparece y reaparece una y otra vez en nuestras vidas como elemento de identidad y definición.
Pero el concepto de Mu va mas lejos aun, incluso en la escritura del idioma Español. Un ejemplo de ellos es la amplia barra espaciadora en la parte inferior de los teclados de nuestros respectivos ordenadores. Tal barra ocupa la misma longitud y área que seis teclas comunes sucesivas, y todo ello solo para representar la insercion en el texto de un espacio vacío, o sea la nada. ¿Por que tiene tanta importancia esa tecla? Para comprenderlo, intenten leer la siguiente secuencia de letras rápidamente:
¿queseriadeunarticulocomoesteenelcuallaspalabrasnocontasenconpequeñosespaciosvacios?
Difícil y desconcertante, ¿no? Ahora bien, al introducir la vacuidad de Mu convenientemente entre sus palabras constituyentes podemos leer: ¿que seria de un artículo como este en el cual las palabras no contasen con pequeños espacios vacíos?
Como podrán apreciar, se ha producido un cambio significativo en la sintaxis al introducir el efecto de la barra espaciadora, o sea la nada, entre las palabras. De hecho, y con mucha diferencia, la barra espaciadora que representa la nada es la mas extensa de todas las que se encuentran en el teclado de cualquier ordenador y ocupa la sección de mas fácil acceso del teclado. En el texto en cuestión, sucedió que Mu, o sea la nada, inmediatamente otorgó valor, significado, y sentido a la secuencia de letras que figuran arriba. Paradojicamente, y siguiendo los dictámenes de Mu y Zen, nada y algo forman un Uno indivisible.
A medida que consideramos la esencia de Mu comenzamos a vislumbrar su enorme importancia y utilidad en nuestras vidas. Esa comprensión de la nada nos permite entender por qué en la cultura occidental, menos es más. Y es más porque mientras que en la cultura occidental se intenta cargar o llenar la mente de diversos contenidos abstractos y racionales para acceder a la realidad, en la cultura oriental se intenta exactamente lo opuesto, o sea vaciar la mente de todo contenido semejante para que este no estorbe ni enturbie el proceso directo de toma de contacto con la realidad.
Justamente aquí, en este ultimo concepto, radica la esencia del paradójico concepto oriental donde menos es más, e incluso infinitamente más. Ese es precisamente el punto crucial y de tan difícil acceso donde habita Mu. Un punto inherentemente constitutivo de la cultura oriental que las limitaciones racionales de la mente occidental encuentran tan absurdo como intentar tomar un plato de sopa con un tenedor.
Mu, sencillo, invisible, y vacío, representa la autopista intuitiva que conduce directamente a las profundidades semánticas, filosóficas, y culturales mas básicas y fundamentales de la mente y la cultura occidental. Sin la plena comprensión del concepto de Mu, resulta virtualmente imposible comprender la esencia de la cultura occidental, asi como la esencia filosofica Zen en la cual esta se basa.
Por lo tanto, si en occidente creemos poder vivir en el aquí y ahora, y decidimos buscar ejemplos sobre cómo hacerlo, indefectiblemente hemos de recurrir a la sabiduría milenaria de ciertas culturas orientales que han estudiado el asunto en mucha mayor amplitud y profundidad que nosotros. Digo esto porque aquella persona que decida establecer su residencia (a largo, mediano, o largo plazo) en un punto de la realidad consensual, ubicado en la inmediatez del aquí y ahora, puede hallar en la practica del Zen, y en su matriz Mu, un camino idóneo para lograrlo.
El Zen, que teóricamente hablando, conduce a un estado de tranquilidad mental absoluta, pretende lograr la paz interior persiguiéndola a través de una instrucción directa que se desarrolla entre maestro y discipulo. Todo ello con la finalidad de lograr el despertar o Satori que representa una conciencia libre de pensamientos racionales, plenamente enfocada en la realidad del instante en el aquí y ahora, y en contacto con todo simultaneamente.
Para ejemplificar este hecho la revista estadounidense Newsweek publicó hace unos años un interesante artículo titulado: El arte japonés del instante. Tal artículo habla del enfoque mental que utiliza la cultura japonesa para cultivar un pleno vivir en el instante presente mediante la antigua ceremonia del té, también conocida como Chanoyu.
Sabemos que en su sentido literal, Mu, significa la nada, lo neutro, o cero, pero su significado connotativo implica más que eso. Mu, no solo implica la nada, sino que connota la eliminación de toda y cualquier distracción, así cómo la aplicación de una concentración intuitiva y asimbolica fija, intensa, e indivisa en la tarea o el placer inmediato que se esta viviendo. En ese estado mental, el pensamiento se centra pura y exclusivamente en aquello que es inmediato, sin intermediarios descriptivos de ningún tipo.
A lo largo de los años, lo que caracterizó el gran desarrollo y éxito japonés en las artes, incluyendo las artes marciales, es precisamente esta singular habilidad para centrar una mente intuitiva, altamente desarrollada, y libre de abstracciones y pensamientos racionales sobre cada segundo que pasa, cada milímetro que se recorre, o cada pincelada que se traza.
¿Confundidos? Pues no, nada de eso.
Simplemente jueguen espontánea y libremente con un niño pequeño de dos o tres meses de edad durante cinco o diez minutos. Les recomiendo que hagan la prueba ya que la interaccion con el niño no sera verbal, sino de una naturaleza mucho mas básica y directa. En tales condiciones, y sin intercalar palabra o pensamiento alguno, podrán apreciar como Mu se les aparece en todo su significado e infinitud. Sentirán la presencia de una libre y sencilla espontaneidad, una sensacion de total conexion con el niño, asi como una total y simultanea conexion con todo, sin más. La experiencia se asemeja a la presencia de algo intangible, pero muy real y presente, que con la mayor sutileza y precision imaginable toca una cuerda muy especial y ultrasensible en lo mas profundo de nuestro ser. Una cuerda que anteriormente jamás habia sido tocada por nada ni nadie. De repente, y como si de magia de tratase, el tiempo comenzará a perdera su significado y temporalidad, y palabras como dominio, defensa, miedo, agresion, ira, odio, o control tambien perderán todo su significado – y desaparecerán. En ese momento vuestro espíritu comenzara a vibrar al compás de otra melodía, la melodía de la consciencia en estado de Mu.
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