La imagen de la rana amoral y zafia lo dice todo: "Si piensan que la educación es cara, prueben la ignorancia."
Este artículo va dedicado a la memoria de el Dr. Juan Cardona Pescador, médico psiquiatra, excelente y culta persona, y querido colega. El Dr. Cardona y yo trabajamos juntos en los comienzos de los años 80 - el como Psiquiatra y yo como Cirujano Plástico - en el Hospital Aleman de Madrid en Mirasierra. Luego ese hospital se vendió y paso a ser el Hospital Humana de Madrid. Finalmente se puso en venta nuevamente y lo compraron Ruiz y Bergaz, quienes juntando las primeras cinco letras de sus apellidos lo denominaron Hospital Ruber Internacional de Madrid. La calidad humana y profesional del Juan Cardona ha dejado una indeleble huella en mi corazón así como en el de sus pacientes.
Nuestra especie, "Homo Sapiens Sapiens," a lo largo de toda su interesante historia, ha demostrado un gran interes por saber regular, mediante normas o códigos de conducta, las acciones e interacciones de los seres humanos entre sí. De ahí que en todos los pueblos encontremos comunidades, sociedades, y culturas humanas con determinados permisos y prohibiciones que definen su pensamiento y comportamiento moral.
Esto es así porque al mismo tiempo que el ser humano comenzó a filosofar sobre la vida, surgió otro interés paralelo: el de pensar y reflexionar sobre las normas o códigos de conducta ya en vigor, comparandolos y buscando definir sus fundamentos teóricos y prácticos. En la actualidad estas dos lineas de intereses intelectuales constituyen lo que conocemos como la moral y la ética.
La palabra “moral” procede del término latín “mores,” cuyo significado es “costumbre,” y por lo tanto corresponde a una palabra técnicamente neutra que no está relacionada con la emisión de un juicio crítico. No obstante, por moralidad entendemos las reglas o normas por las que se rige la conducta de un ser humano en concordancia con la sociedad y consigo mismo.
Por lo tanto, por moralidad entendemos el conjunto de juicios relativos a los conceptos del bien y el mal, cuyo destino final es dirigir las conductas humanas. Tales juicios se concretan en normas y formas de comportamientos que, adquiridas y efectuadas por cada individuo, regulan sus actos de vivencia y convivencia en el mundo. El estudio científico del comportamiento y la conducta humana se denomina "psicología."
Por todo lo anterior, podemos conceptualizar la moral o moralidad como una serie o conjunto de preguntas y respuestas sobre lo qué debemos hacer con nuestras vidas en cada momento de nuestra existencia. Solo formulando tales preguntas, así como buscando y determinando las respuestas más idoneas, seremos capaces de vivir una vida humana colmada de libertad y responsabilidad, así como libre de imposiciones hacia uno mismo y también hacia los demás.
En consecuencia, en función de una deficiente, conveniente interpretación y uso de la palabra "libertad," el término “moral” tiende a perder su neutralidad ya que las acciones y actividades que caen bajo la valoración moral se fundamentan en el ser humano como hacedor de actos libres y voluntarios que pueden ser evaluados como buenos o malos. Además, y en su esencia, la moralidad se relaciona íntimamente con la libertad, y abarca las libres acciones del hombre en todas sus dimensiones.
La palabra “ética” proviene del latín “ethicus,” y esta del griego antiguo “ethicos.” La ética es una de las principales ramas de la filosofía y estudia qué es lo moral, cómo se justifica racionalmente un sistema moral, y cómo se ha de aplicar posteriormente a nivel individual y social.
Por lo tanto, la “ética” corresponde a la “filosofía moral,” y se diferencia de la “moralidad” en que reflexiona racionalmente sobre la moral con la finalidad de encontrar principios racionales que determinen las acciones éticamente correctas e incorrectas. La ética busca principios morales absolutos o universales, independientes de la moral circunscripta a cada cultura.
En apretado resumen podriamos decir que la etica corresponde a la teoria mientras que la moralidad corresponde a las aplicaciones practicas de la etica. O sea que la moral da las pautas practicas para las conductas de la vida cotidiana, mientras que la etica es el estudio o reflexion teorica sobre que es lo que origina y justifica tales pautas.
De lo anterior se desprende que la etica consiste en una reflexion teorica sobre la moralidad. La etica, como filosofia de la moral, adopta un nivel distinto ya que incide en areas tales como: 1.- por que unos y otros comportamientos son considerados validos o no validos; 2.- compara y contrasta las pautas y los valores morales que sostienen las personas individuales y las sociedades en su busqueda de fundamentos legitimos; 3.- investiga y enuncia lo que es netamente especifico del comportamiento moral; 4.- investiga y enuncia principios morales generales o universales que conducen e inspiran las conductas; y 5.- crea nuevas teorias capaces de establecer y justificar aquello por lo cual se merece la pena vivir.
La palabra “educación” proviene del latín “educere,” que significa sacar, extraer, o desarrollar. La educación se diferencia de la enseñanza en que corresponde a un proceso de desarrollo personal de las cualidades del individuo desde dentro hacia fuera, y la enseñanza es un proceso en el cual se carga al individuo de información desde fuera hacia dentro. De esta forma una persona, a pesar de haber sido bien enseñada, puede permanecer maleducada.
El proceso educativo no es ni fácil, ni breve, ni barato. De hecho, requiere un prolongado y disciplinado tiempo de estudio y aprendizaje de carácter progresivo, disciplinado, metódico, y sistematizado. No obstante, y gracias a una férrea constancia y una buena memoria, el ser humano es capaz de superar con relativa facilidad las asignaturas y los cursos académicos que le conduce a una titulación determinada.
Pero aparte de la educación académica, existe otro tipo de educación quizá más importante. Me refiero a esa educación estructurante de base que pule, afina, y talla al ser humano más allá de sus estudios formales. Me estoy refiriendo a aquella educación de carácter profundo y personal, que si bien va paralela a la académica, corresponde al desarrollo del respeto, refinamiento, modales, y un saber estar; como también una elevada moralidad y ética de pensamiento y conducta. Con frecuencia, este ultimo tipo de educación se da tanto en el medio familiar como en los colegios, y en ocasiones tiende a dejarse de lado o ignorarse por completo.
Metafóricamente hablando, podemos conceptualizar este último proceso educativo a modo de una cancha de futbol cuya superficie de juego se encuentra convenientemente inclinada a favor de uno de los dos equipos. De esta manera, los jugadores y el balón de uno de los dos equipos, tendrán la facilidad de ir cuesta abajo.
De esta manera, la cancha en la cual jugamos las decisiones y eventos de nuestras vidas, a menudo se encuentra inclinada en contra de las virtudes morales, y a favor de la ausencia de las mismas. Pero, ¿qué es la zafiedad?, ¿qué representa?, y ¿cómo se produce?
De todas las personas que he conocido a lo largo de mi vida, hubo una en especial que, como otros, se destaco por su calidad humana y profesional. De hecho era una persona extraordinariamente culta, un gran profesional de la psiquiatria, asi como un defensor a ultranza de la mas pura etica y moralidad vivencial. Me estoy refiriendo al recientemente fallecido Dr. Juan Cardona Pescador (2011).
La ultima vez que vi al Dr. Cardona fue en su consulta privada de Mirasierra, proxima al Hospital Ruber Internacional, en el año 2010. Fue en esos momentos cuando ambos hablamos durante horas sobre la triste y progresiva perdida de valores, asi como el progresivo aumento de la zafiedad - tanto en jovenes como en adultos - en nuestra sociedad actual. Algunos de sus excelentes publicaciones hacen referencia a este preocupante fenomeno social.
Como bien solia decir y escribir el Dr. Cardona: "La zafiedad responde al modo habitual de comportarse del hombre grosero, tosco, bruto en sus modales, a veces ignorante e inculto, y carente de tacto y delicadeza en su comportamiento y modales. Actualmente la zafiedad es un mal que se está extendiendo como una gigantesca y virulenta plaga por nuestra sociedad."
Tal es así que la zafiedad constituye un mal social degradante en constante dinamica de expansión. Afecta especialmente a los jóvenes inmaduros aun sin criterio ni independencia intelectual y/o emocional. Y lo que es peor, es generado, fomentado, tolerado, y difundido por adultos rebeldes, iconoclastas, y acomplejados que erróneamente conceptualizan a la zafiedad como una firme expresión de libertad, autenticidad, creatividad, y progreso.
Segun Juan Cardona, es frecuente escuchar expresiones como: “estamos viviendo tiempos de grandes cambios, rápidas renovaciones, masivos flujos de información, y de un exponencial progreso tecnológico.” Pero en realidad vivimos en un mundo cada vez más pequeño e híper comunicado que no cesa de sumar zafiedad a la vez que resta conductas de gente de bien.
Por otra parte, diversos canales y programas de radio y televisión elevan la zafiedad al nivel del estrellato nacional asi como al de un modelo social a seguir. Todo ello tiende a regular las conductas y los valores humanos hacia la zafiedad, en vez del sentido opuesto. Tras estos hechos esconden la sombra de una profunda sensación de impotencia, minusvalía, y abatimiento ante el rápido deterioro de los valores morales que otorgan una dirección y un sentido, digno y honorable, a la existencia, el comportamiento, y la interacción humana.
El grupo constituido por los zafios es muy fácil de identificar. Corresponde a una minoría muy basta, arrabalera, ruidosa, y farfullante de individuos que explotan e instrumentalizan demagógicamente, ante los demás, la misma condición de zafiedad que los caracteriza. Lo hacen para justificar una vida típicamente cínica configurada por las limitaciones personales, la falta de educación, la ausencia de recursos legitimos, y el rechazo y la aversión hacia todo lo que represente una educación culta y refinada. Una vida en la que el control de los impulsos y los instintos se han descontrolado y desbordado a tal punto que no les interesan, y por lo tanto carecen, de los principios éticos, morales, racionales, y espirituales que ennoblecen y dignifican la conducta humana.
Nuevamente, y segun Juan Cardona: "Estos individuos, jóvenes o mayores, hombres o mujeres, – todos ellos eminentemente zafios por definición - son los que califican, burdamente, de hipócritas, obsoletos, retrógrados, y microcéfalos, a todo aquel que procure ser consecuente con los valores éticos y morales tan difíciles de lograr, incorporar, y aplicar."
Por lo tanto, podemos concluir que la zafiedad es una especie de patologia o enfermedad social constituida por el síndrome clínico de zafiedad que la define. Tal síndrome se suele presentar con los siguientes signos y síntomas: 1.- un lenguaje tipicamente soez (grosero y malsonante9, adoptado como manifestación de chulería sobradora y mala educación; 2.- una actitud provocativa, agresiva, maleducada, e hiriente (como falsa manifestación de una genuina libertad); 3.- atuendos, tatuajes, piercings, comportamientos, malos aseos, y actitudes groseras (interpretados, todos ellos, como una falsa expresión de originalidad y autenticidad); y 4.- la profunda ignorancia y basta incultura que manifiestan los aparentemente liberados de tabúes, y que ademas se exhiben con orgullo como falsos representantes del progreso culrutal humano. Que verguenza.
Pero lo mas raro del caso es que en la actualidad podemos encontrarnos ante un zafio, y por lo general "enchufado," profesor universitario, así como ante un altamente educado campesino o barrendero que jamas piso un aula academica. Desde luego, la experiencia ha demostrado que una titulación universitaria no constituye un pasaporte o bien una vacuna pluripotencial contra la zafiedad. Cómo toda enfermedad epidémica, la zafiedad responde a cuatro causas principales: 1.- la naturaleza del nucleo familiar; 2.- las caracteristicas del medio educativo; 3.- las propiedades inherentes al entorno social; y 4.- las propiedades inherentes a la expansión y el contagio.
Considerando la zafiedad desde este punto de vista, los actuales y sofisticados medios audiovisuales de difusión de ideas, de información y de promoción, ofrecen la posibilidad, amparándose en un convenientemente tergiversado y pésimamente mal entendido concepto de libertad de accion y expresión, de ser utilizados como modelos o paradigmas a seguir, así cómo fluidas vías de transmisión general de la zafiedad.
En otra línea, la zafiedad, en muchos puntos se asemeja a la mediocridad humana sin ideales que tan bien y con tanta precision describe el Dr. José Ingenieros en su excelente libro publicado en el año 1913: “El Hombre Mediocre,” y como la mediocridad - lease zafiedad - representa una patología social de gravedad que va minando, socavando, y deteriorando progresivamente los fundamentos educacionales más esenciales del hombre. Lean esta extraordinaria publicacion del Dr. Jose Ingenieros, o bien "El Hombre Light" del psiquiatra Español Enrique Rojas, y comprenderan a la perfeccion a que me estoy refiriendo.
La degradación estética, ética, o moral que implica la zafiedad, sí bien no atenta de modo directo contra la esencia de la organización social, en lo que a su supervivencia básica se refiere, si es capaz de dar origen a situaciones o condiciones que de prolongarse, pueden conducir a condiciones sociales más graves y complicadas. Todo indica que nos movemos rápida e inexorablemente en esa oscura y degradante dirección.
El medio ambiente caracterizado por la zafiedad constituye un caldo de cultivo que favorece el desarrollo de los candidatos al alcoholismo, las toxicomanías, la delincuencia, la criminalidad, la ideación suicida; así cómo la prostitución, la deslealtad, la mitomania, la deshonestidad, la infidelidad, la cobardía, la crueldad, y la falta de comprensión y tolerancia hacia uno mismo y hacia el prójimo. Tal medio favorece enormemente la proliferación e idolizacion del crápula, entendiendose por "crápula" aquella persona que lleva una vida de vicio y libertinaje, y sin moralidad personal o social alguna.
En ese medio incompetente, simultaneamente y en proporcion reciproca, se tiende a despreciar y degradar la persona integra y honesta, para valorar y enaltecer las cualidades del zafio. De hecho, existen grandes y bien conocidas ciudades que durante años han favorecido la proliferacion de personas crapulas, a expensa de las personas integras y honestas. Ciudades supuestamente cultas donde, paradojicamente, la presencia de aquellas pocas personas altamente educadas y cultas molesta profundamente a los demas. En comparación y contraste, la educación y la zafiedad, como el aceite y el agua, sencillamente no se mezclan para nada bien.
Las consecuencias alarmantes y negativas que hemos indicado ya se aprecian entre muchos jóvenes que componen la sociedad actual. Tarde o temprano estas personas se verán obligadas acudir a las consultas y centros de salud mental, aquejados de síndromes ansiosos y/o depresivos graves, entre otros trastornos psiquiatricos, donde típicamente se nos presentan como abúlicos, vagos, burlones, agresivos impulsivos, agresivos-pasivos, irrespetuosos, carentes de interés y motivación, y sin ilusión alguna por la vida actual y futura. De hecho, y como he podido comprobar personalmente, muchos de ellos son capaces de reírse hasta de su propia sombra y venderian a su madre al mejor postor - por decirlo asi. Algunos de ellos viven usando y abusando de sustancias ilegales de tal manera que, como buenos cobardes ante sus propias vidas, puedan dirigir la mirada hacia otro lado y evadir y/o escapar del confrontamiento con la realidad, asi como de tener que asumir la plena responsabilidad por las decisiones y los comportamientos que configuran el tejido vivencial de sus vidas.
En múltiples ocasiones, y en las consultas, suelo escuchar relatos como: "No se quien soy," - “mi vida es absurda,” - “mi vida no tiene dirección ni sentido,” - “para que continuar?,” - “para que esforzarme?,” - “¿qué más da?,” y ... “¿a usted que le importa?” Entre otros comentarios mas floridos ...
Solos, vacios, sin ilusiones, sin esperanza, aburridos, cansados, sin autoestima, hastiados, y desesperados por el auto-encierro en las frías y vacías jaulas psíquicas que ellos mismos han construido, continúan alardeando, gritando, y cantando: “¡Soy libre; soy diferente; soy especial; y no me importa nada!” Un espantoso y burdo canto a la zafiedad, tanto ignorante cómo insulso, qué en múltiples ocasiones he tenido la oportunidad de escuchar.
Parece ser que lo que estas personas no llegan a comprender es que el autentico concepto de libertad representa una oportunidad para el desarrollo de virtudes, y no para su desmontaje, pérdida, o destruccion. Gracias a su libertad el hombre es capaz de informarse, formarse, y comportarse volitivamente como persona íntegra y de bien, si es qué lo desea. Por lo tanto, la libertad no es simplemente un privilegio que se otorga; es un hábito que ha de adquirirse y desarrollarse para no caer en las garras de la zafiedad. Para comprender todo esto, tomemos el ejemplo de un escultor, que gracias a su tezon y genio artistico es capaz de tallar una bellisima estatua de marmol en cinco años, pero que un individuo impulsivo y zafio, y armado con un buen martillo, es capaz de despreciar y destruir en solo diez minutos.
Elegir bien el bien no es cosa fácil. La expresión popular: “hacer lo que me dé la gana,” o “lo que se me antoja,” es quizá la más utilizada para reivindicar las acciones libres. De hecho resulta tremendamente difícil y costoso intentar convencer a alguien de que “ahí,” al menos, en el sentido que suele darse a esa frase, se está muy lejos de alcanzar la plena y autentica libertad.
En consecuencia, y como bien nos dice Juan Cardona: "Nuestras respectivas consultas de salud mental se van saturando cada vez más de jóvenes confundidos, desubicados, y perdidos, cuyas zonas cerebrales relacionadas con el placer y la gratificación inmediata se encuentran seriamente alteradas por el uso y abuso de sustancias ilegales. El cerebro humano constituye una compleja y sofisticada maquinaria biológica, que una vez que ha salido de su punto de funcionamiento optimo, es muy difícil arreglar.
Este tipo de pacientes suelen ser víctimas de aquellos otros irresponsables que neutralizan las voces de alarma de sus padres, maestros, profesores, psicólogos, psiquiatras, sociólogos, y algunos más, acusándoles de anticuados, almidonados, y catastrofistas, cuando estos simplemente están denunciando hechos reales, y aportando datos importantes.
El problema es de suma gravedad, y tanto el tratamiento preventivo como el curativo del Síndrome de Zafiedad, no es fácil ni reducible a unos cuantos criterios concretos.
En el eje central debemos situar la valoración del sentido de dignidad, la integridad, y el honor de la vida humana; así cómo el auto y hetero respeto, la defensa de las obligaciones y derechos, y la volicion y capacidad para asumir la plena responsabilidad de la propia vida. Todo ello acoplado a una sociedad supuestamente bien estructurada, ordenada, y sistematizada.
Como podran apreciar, los que somos educadores a nivel universitario, tambien tenemos mucho trabajo por delante ...
Solo mediante la inculcación y la implementación de tales fundamentos y mecanismos educativos, mediante padres, maestros, y profesores competentes, nos será posible prevenir y combatir el Síndrome de Zafiedad.